Al agitar nuestra vida personal y profesional, la crisis de la mediana edad señala el momento de una revisión inevitable, fuente de malestar, pero también de esperanza y realización.
En su libro Surmonter la crise du milieu de vie* (Superar la crisis de la mediana edad), la psicóloga y psicoanalista Lisbeth Von Benedek nos habla de este periodo crucial, tan importante como la adolescencia, en la construcción del yo. Es un momento clave para apartarnos por fin de la mirada de los demás y alcanzar la libertad absoluta de ser nosotros mismos.
“No es tan fácil llegar a ser lo que eres”, decía Albert Camus. Si esta búsqueda de uno mismo es el trabajo de toda una vida, está marcada por periodos decisivos. Este es el caso de lo que se conoce como entorno vital. Crisis de identidad que se produce en torno a los cuarenta años, generalmente desencadenada por un acontecimiento interno o externo: enfermedad, duelo, ruptura amorosa, fracaso profesional, etc. Como resume Lisbeth Von Benedek en su libro sobre el tema: “Aquí estamos, en la mitad de nuestras vidas, en una fase “natural” de depresión, provocada por la pérdida de nuestras ilusiones: la comedia è finita. ”
El inevitable balance del entorno vital
Invertir en nuestros estudios, encontrar trabajo, formar una familia… ¡hemos estado muy ocupados durante la primera parte de nuestras vidas! Aunque ello implique multiplicar nuestros esfuerzos, reprimir ciertos aspectos de nosotros mismos para responder a las expectativas y encontrar nuestro lugar. Nos hemos obligado a “convertirnos en alguien”. Cuando algo hace clic, cuando se produce un acontecimiento, el periodo de transición que nos ofrece el entorno en el que vivimos nos incita a hacernos preguntas. A veces cuestionas tu equilibrio personal y familiar, a veces identificas una frustración en tu vida profesional. Así que no es raro que en esta época de la vida haya cambios de carrera y deseos de emprender. ¿Por qué ahora? Porque estamos acorralados, cansados de luchar por modelos aparentemente irreprochables, y ya no podemos darles la espalda. Es hora de afrontar toda la complejidad de nuestra identidad para que podamos madurar y aceptarnos plenamente, tal como somos.
Las etapas de esta crisis existencial
Hay una serie de etapas clave en este proceso, que la psicóloga describe detalladamente en su libro. El primero es “tomar conciencia de lo que ha pesado en nuestra orientación y en nuestras opciones vitales, primer paso para ver con claridad lo que nos falta, lo que nos angustia, lo que nos deprime o nos hace infelices”. El segundo paso es distanciarnos de cómo eran las cosas antes. Adopta los rasgos de un eterno adolescente, que vive en el pasado y en permanente búsqueda de la perfección. Al entrar en la segunda mitad de nuestras vidas, vamos a tener que aceptar que nos hacemos mayores y sacudirnos la nostalgia de la juventud. Pero, como señala el autor: “Decir adiós a la ilusión de la adolescencia eterna no significa renunciar a la vitalidad de la juventud. En lugar de querer mantenernos jóvenes a toda costa, nos corresponde a nosotros, aceptando que nos hacemos mayores, aprender a utilizar la energía que tenemos para hacer lo que tenemos que hacer hoy y mañana (…) para descubrir recursos sin explotar”.
Crisis de la mediana edad: ¿cómo puedes crecer a partir de ella?
Esta crisis existencial está marcada por la conciencia de su finitud y soledad. No muy alegre a primera vista, pero en realidad una oportunidad de domar nuestros miedos para poder disfrutar mejor del presente y anclarnos más firmemente en la realidad. Es hora de anteponer el ser a la apariencia: “la parte de nosotros que no ha podido emerger necesita ser escuchada y tenida en cuenta”. Puesto que “la identidad social está moldeada por mandatos externos”, ha llegado el momento de abandonar nuestro personaje social y avanzar sin máscaras: “La mayoría de las veces, no nos damos cuenta del papel en el que nos hemos atrapado y de la función que tiene para nosotros”. Llorar la pérdida de este personaje es inicialmente vertiginoso. Pero también “liberará la energía que antes se utilizaba para mantenerlo y mantenerlo en su sitio”. Seamos claros desde el principio: esto no va a ser un camino de rosas. Antes de que el caos dé lugar a una nueva riqueza personal o profesional, este estado de transición puede coquetear con la depresión, que no debe negarse: “El equilibrio psicológico no es la ausencia de depresión sino, al contrario, la capacidad de acogerla”.
El cuestionamiento seguido del ímpetu que marca la crisis de la mediana edad nos anima a esforzarnos por alcanzar la plenitud. El entorno vital debe verse como una oportunidad que hay que aprovechar, no para convertirse en un ser perfecto, sino en un individuo más complejo y completo. En resumen, 5 preguntas del libro pueden ayudarte a reflexionar sobre la crisis de los 40:
- ¿Qué necesitas demostrar?
- ¿A qué sueños has renunciado?
- ¿En qué función social o profesional te sientes especialmente valorado?
- ¿Aprecias la persona en la que te has convertido?
- ¿Qué esperas y deseas en tu vida futura?
*Superarla crisis de la mediana edad, Lisbeth Von Benedek, Ediciones Eyrolles