Como dice el refrán, “Solos vamos más rápido, juntos llegamos más lejos”: unir fuerzas puede ser algo bueno en el mundo de la iniciativa empresarial, incluida la franquicia. Pero debes tener buenas razones para hacerlo, y debes conocer a tu posible pareja lo suficientemente bien como para no convertir lo que debería ser una ventaja en una guerra abierta.
Muchas redes de franquicia ofrecen la oportunidad de montar un negocio con un socio, sobre todo las que requieren un alto nivel de inversión personal. Pero para evitar cometer un error, es esencial pensar detenidamente en las ventajas e inconvenientes de este sistema.
Las ventajas de una asociación en franquicia
Hay varias razones excelentes para unir fuerzas en la franquicia, como las hay para cualquier creación o adquisición de empresas: en primer lugar, por supuesto, te permite disponer de una inversión inicial más elevada para un proyecto a gran escala, o asumir menos riesgos financieros que si actuaras en solitario.
Pero eso no es todo: si eliges bien a tu compañero, puedes ampliar el alcance de tus habilidades. Las asociaciones suelen estar formadas por socios complementarios, con una persona más versada en el aspecto administrativo, por ejemplo, y otra más a gusto en el trato con los clientes.
Ser dos o más personas también significa que sois más fuertes a la hora de afrontar obstáculos, más ideas y creatividad, más motivación, y podéis turnaros en el día a día. Los socios comparten tanto los éxitos como los contratiempos.
Inconvenientes y riesgos de la asociación
Evidentemente, asociarse no siempre está exento de riesgos, y requiere una gran reflexión previa. En particular, debemos analizar las razones para unir fuerzas: ¿lo hacemos por despecho o porque carecemos de recursos? ¿Miedo a ir por libre? ¿Porque siempre has dicho que montarías un negocio con tu mejor amigo de la infancia o con tu hermana, independientemente de sus habilidades? No son buenas razones para unir fuerzas, y pueden provocar decepciones, como un final prematuro de la aventura empresarial, o incluso un viaje a los tribunales en el peor de los casos.
Por otra parte, el empresario debe preguntarse si su proyecto necesita realmente un socio, y si todos se beneficiarán de esta asociación. Por ejemplo, ¿las previsiones de ventas son suficientes para satisfacer las expectativas de cada uno de los socios? Si la respuesta es negativa, deberías plantearte ir por libre, o con otro compañero.
Por último, en cuanto a los riesgos, debes ser consciente de que no es infrecuente que una asociación acabe con un excelente entendimiento: los socios estarán en contacto constante, a veces viéndose más de 10 horas al día. Es un matrimonio real, por lo que es esencial elegir a la persona adecuada.
Elegir al socio adecuado y definir las funciones
No importa con quién emprenda el empresario: puede ser un amigo, un familiar, un cónyuge, un antiguo colega o un completo desconocido hace poco tiempo. Sin embargo, hay una serie de condiciones sine qua non para una asociación:
- los socios deben tener competencias complementarias, pero una visión compartida y valores comunes
- cada uno necesita saber cómo trabaja el otro, cuáles son sus puntos fuertes y débiles
- deben poder confiar ciegamente los unos en los otros
Después, todo es cuestión de comunicación y de definir claramente las funciones de cada uno. Quién hace qué, cuánto invierte cada socio, quién tiene la última palabra en caso de desacuerdo, e incluso cuáles son las condiciones de retirada, porque aunque debemos esperar lo mejor, es importante estar preparados para lo peor. Debes saber que, para anticiparse a esta situación y evitar cuellos de botella, pocas cadenas te dejarán ser socio al 50%: casi siempre hay un socio mayoritario.