El arte de dirigir en un mundo complejo

El arte de dirigir.

[Palabra de experto] En un mundo complejo, el arte del liderazgo sólo puede examinarse a través del prisma del líder. Pero tenemos que saber si nos dirigen líderes o pseudolíderes… Lo explica Débora O’Hana, empresaria, conferenciante, especialista en psicología empresarial y formadora.


Tolstoi escribió: “Es más fácil escribir un tratado filosófico que poner en práctica una virtud”. Esta observación, que sigue siendo pertinente hoy en día, arroja luz sobre una verdad fundamental: aunque todo el mundo está de acuerdo en lo que se necesita para encarnar un liderazgo ilustrado, pocos consiguen manifestar su esencia en la realidad.

Hoy, las palabras valor, compromiso, responsabilidad y humanidad son omnipresentes. Los oímos en discursos políticos, reuniones de negocios y debates sociales. Sin embargo, con demasiada frecuencia, quienes las utilizan no les dan contenido; estas palabras, vaciadas de su sustancia, se convierten en meros eslóganes.

Todas estas palabras plantean una pregunta: ¿tenemos líderes auténticos o pseudolíderes? François Jullien, filósofo francés, en sus reflexiones sobre la “vida real” y la “pseudovida”, nos insta a evaluar la profundidad de nuestros compromisos. En el mundo del liderazgo, esta distinción es especialmente relevante. Un verdadero líder actúa con valentía e integridad, mientras que un pseudolíder se contenta con las apariencias.

Persiste la idea de que el liderazgo es innato. Admiramos a estas figuras que parecen carismáticas por naturaleza, capaces de inspirar y unir. ¿Pero es suficiente? Los estudios demuestran que, aunque ciertos rasgos pueden predisponer a las personas al liderazgo, no garantizan el éxito.

Según el estudio Development Dimensions International (DDI), sólo el 30% de los líderes se sienten plenamente preparados para afrontar los complejos retos de su función. Esta cifra ilustra que el liderazgo no es sólo una cuestión de talento: es una disciplina que se puede aprender, practicar y perfeccionar.

La formación continua, la experiencia y, sobre todo, la capacidad de reflexionar sobre uno mismo y sus acciones son esenciales si quieres desarrollarte como líder. Como decía otro filósofo francés, Vladimir Jankélévitch: “El principio de todo es el valor”. Este coraje no se limita a asumir riesgos: reside en afrontar nuestras propias dudas, en la humildad ante nuestros errores y en la perseverancia ante los obstáculos.

Dirigir hoy ya no es sólo gestionar una empresa o una organización. Los retos modernos son polifacéticos: económicos, sociales, medioambientales y éticos. Esta complejidad requiere una combinación de capacidades técnicas y humanas:

Saber dudar sin dejar de ser visionario

La duda, a menudo percibida como una debilidad, es en realidad una fortaleza. Te permite cuestionar tus certezas y tomar decisiones más informadas. Sin embargo, esta duda no debe paralizar: un líder debe ser capaz de mantener una visión clara y transmitir esta confianza a su equipo.

Unir e inspirar

Ser líder no significa saberlo todo o decidirlo todo por tu cuenta. Significa aunar energías en torno a un objetivo común, comprender las motivaciones de todos y valorar las contribuciones individuales.

Demostrar conciencia y ética

Las decisiones nunca son puramente racionales. Están influidos por prejuicios personales, contextos sociales y cuestiones éticas. Un líder debe tener una amplia conciencia de las consecuencias de sus elecciones, tanto a corto como a largo plazo.

Adaptarse al cambio

En un mundo en constante cambio, la capacidad de adaptación de un líder es crucial. Ya se trate de nuevas tecnologías, crisis medioambientales o cambios sociales, un buen líder no sólo debe aceptar el cambio, sino también saber guiar a su equipo a través de esta transición.

Asumir la responsabilidad

El liderazgo es también la capacidad de asumir la responsabilidad de los propios errores. Un verdadero líder no elude sus responsabilidades, aprende de ellas y sigue avanzando con integridad.

Tomemos dos figuras muy conocidas en Francia para ilustrar esta oposición: Bernard Tapie, empresario con un carisma desbordante pero controvertido, y Emmanuel Faber, ex director general de Danone, a menudo aclamado por su compromiso ético.

Bernard Tapie: carisma sin coherencia

Bernard Tapie dejó su huella en el mundo con su energía desbordante y su capacidad para seducir a las multitudes. Empresario audaz, ministro, presidente del Olympique de Marsella: su carrera, jalonada de éxitos y giros, le ha convertido en una figura clave de la escena francesa.

Pero el historial de Tapie es controvertido. Detrás de su carisma se esconden casos judiciales, prácticas dudosas y fracasos estrepitosos. Aunque su dinamismo y espectacularidad eran innegables, sus métodos carecían a menudo de la profundidad y solidez necesarias para construir a largo plazo.

Bernard Tapie ilustra el peligro del liderazgo basado en la apariencia: seducir sin transformar realmente, prometer sin cumplir siempre.

Emmanuel Faber: carisma y coherencia

En cambio, Emmanuel Faber, antiguo director general de Danone, encarna una visión diferente del liderazgo. Nada más tomar el timón de la empresa, propuso valores firmes: sostenibilidad, inclusión y responsabilidad social.

Bajo su liderazgo, Danone se ha convertido en una empresa con una misión, comprometida a combinar el rendimiento económico con un impacto social positivo. Emmanuel Faber también ha abogado por una economía más humana, subrayando regularmente la importancia de combatir la desigualdad y proteger el medio ambiente.

Su trayectoria personal, marcada por las dificultades, ha reforzado su búsqueda de sentido y su compromiso con el liderazgo ético. Aunque dejó la dirección de Danone a raíz de tensiones internas, su legado sigue siendo un modelo de liderazgo que combina carisma y coherencia.

El arte del liderazgo puede aprenderse, pero también puede erosionarse. La complacencia, la falta de cuestionamiento y la incapacidad para adaptarse al cambio pueden convertir a un líder en un pseudolíder. Las crisis suelen ser reveladoras: muestran a los que tienen recursos internos para afrontarlas y a los que se esconden tras las apariencias.

En una sociedad en busca de autenticidad, urge reevaluar los fundamentos del liderazgo: valor, responsabilidad, compromiso y humanidad. Pero para dar sentido a estas palabras, es necesario encarnarlas. Esto significa rechazar las posturas en favor de la acción.

La pregunta clave sigue siendo: ¿estamos preparados, colectivamente, para exigir que nuestros líderes encarnen estos valores? François Jullien también nos invita a reflexionar sobre la distinción entre “vida real” y “pseudovida”. Es hora de aplicar este pensamiento al liderazgo. Un verdadero líder no sólo habla por hablar; actúa con integridad, inspira confianza y asume plenamente sus responsabilidades.

El arte del liderazgo nunca es un hecho. Es una búsqueda continua, un sutil equilibrio entre introspección, aprendizaje y valentía. Parafraseando a Tolstoi, no basta con comprender lo que hay que hacer; también hay que tener la fuerza y la disciplina para ponerlo en práctica.


(verificado por nuestro equipo editorial)

He aquí un resumen de cinco puntos del artículo sobre el tema: El arte de dirigir en un mundo complejo.

Liderazgo auténtico: El mundo actual exige líderes auténticos que encarnen el valor, la responsabilidad y la humanidad, a diferencia de los pseudolíderes que se contentan con grandilocuentes palabras vacías.

Liderazgo: ¿talento o habilidad? El liderazgo no es innato, sino que se adquiere y se cultiva mediante la experiencia, la formación continua y la capacidad de introspección y cuestionamiento. Sólo el 30% de los líderes se sienten preparados para las complejidades de la vida moderna.

Cualidades clave de los líderes: Un líder debe ser capaz de tener dudas sin dejar de ser visionario, unir equipos, demostrar conciencia ética, adaptarse al cambio y aceptar sus errores.

Ejemplos contrastados: Bernard Tapie ilustra un liderazgo carismático pero controvertido, carente de coherencia, mientras que Emmanuel Faber es aclamado por su carisma unido a una integridad ética y unos valores duraderos.

Hacia un liderazgo auténtico: Revalorizar el liderazgo auténtico significa rechazar las posturas vacías en favor del compromiso real y la acción responsable, inspirando confianza y voluntad de asumir plena responsabilidad.

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