“Estoy bajo el agua”, “no tengo tiempo”, “estoy desbordado de trabajo”… Tic toc, ¿no sientes que nunca tienes tiempo suficiente? En el trabajo o en casa, ¿sientes que vas de un lado para otro sin asentarte nunca? Ya es hora de que retomes el control de tu agenda. Recupera el control de tu tiempo y devuelve el sentido a tu trabajo gracias al principio del trabajo lento.
En su libro Elogio de la lentitud, Carl Honoré habla del mal moderno que nos impulsa cada día a maximizar cada minuto de nuestras horas de vigilia. Ya sea en nuestra vida personal o profesional, intentamos hacer el mayor número de cosas en el menor tiempo posible, olvidándonos a veces de bajar el ritmo para hacerlas bien. El resultado es que un día te despiertas, agotado, sin saber de qué huyes. El autor tuvo la idea una noche que leía un cuento a su hijo, saltándose algunos pasajes para ahorrar tiempo. Fue cuando conoció una serie de libros infantiles titulados “Cuentos de 1 minuto para dormir” cuando se dio cuenta de lo absurdo de este mundo que quiere ir cada vez más deprisa, aunque ello suponga sacrificar el tiempo de calidad.
Por eso aboga por el “Movimiento Slow”, una tendencia a contracorriente que sugiere tomarse tiempo para dar sentido a tu vida. El movimiento slow tiene muchas facetas: viajar despacio, comer despacio, amar despacio e incluso trabajar despacio. Es esto último lo que nos interesa especialmente aquí. ¿Qué es trabajar despacio? ¿Cómo se adopta? Te contamos todo sobre esta tendencia.
Trabajo lento: los problemas detrás de una tendencia
El trabajo lento es un movimiento que propone sacudir nuestra relación con el trabajo. El objetivo es hacerlo más agradable, pero también más eficaz. Contrariamente a lo que puedan afirmar sus detractores, el trabajo lento no es en absoluto un incentivo para perder el interés por el propio trabajo o para hacerlo más despacio y con menos eficacia. Al contrario, se trata de alejarse de la idea errónea de que la productividad es sinónimo de rapidez, cantidad e inmediatez, e inventar una nueva forma de trabajar. ¿El resultado? Es una auténtica revolución, que conduce a un nuevo estilo de vida laboral más tranquilo y más propicio a dar un paso atrás, a la creatividad y a la innovación. En resumen, ¡es una forma de trabajar que tiene sentido y que da gusto hacer!
¿Qué hace que el trabajo lento sea más agradable y más eficaz? Más agradable: simplemente porque te libera de la dictadura de la urgencia y la multitarea, permitiéndote dedicar más tiempo de tu cerebro disponible a tareas realmente importantes y significativas. Mejor rendimiento: porque, admitámoslo, tendemos a ahogarnos en un vaso de agua y rápidamente nos vemos abrumados por múltiples microtareas con poco valor añadido. Al adoptar el trabajo lento, damos a cada tarea la importancia y el tiempo que merece. Al organizarte mejor, dejas de soplar contra el viento y, de hecho, rindes más.
Más concretamente, las nociones de rapidez de ejecución, cantidad producida e inmediatez de respuesta son muy valoradas en nuestra sociedad y a menudo se asocian con la productividad. Sin embargo, la neurociencia tiende a demostrar lo contrario. Se cree que la multitarea, el sobreesfuerzo y la hiperconexión conducen a la sobrecarga mental, que a su vez deteriora las funciones cognitivas. Y sí, al intentar ir siempre más rápido que la música, nos exponemos a lapsus de memoria, errores, una reducción de nuestra capacidad de planificación, una mala gestión emocional y una reducción de nuestra capacidad de adquirir perspectiva. El resultado: menos creatividad y estrategia. Es fácil ver por qué estos síntomas no auguran nada bueno en el lugar de trabajo, especialmente cuando ocupas un puesto directivo.
Antídoto: recuperar el control de tu tiempo
Entonces, ¿cómo detenemos esta loca carrera? ¿Cómo podemos recuperar el control de nuestras horas de trabajo? ¿Cómo puedes trabajar de forma más lenta pero segura? Afortunadamente, existe un antídoto. Pero ¡ten cuidado! Trabajar despacio es como dejar de fumar, tienes que dejar de buscar excusas y tomar la decisión de una vez por todas de empezar y seguir con ello. Porque, sí, tomarse tiempo es una elección y unirse a la revolución del trabajo lento requiere cierto esfuerzo. La más importante será aceptar dedicar cinco minutos a organizar, planificar y priorizar.
El primer paso es liberarnos de la cultura de la urgencia y recordar que lo urgente no siempre es importante, y viceversa. A continuación, tienes que identificar tus prioridades y planificarlas por orden de importancia, habiendo identificado primero las condiciones de trabajo en las que te sientes más eficaz. Divide tus tareas según estos periodos. Por otra parte, el trabajo lento desaconseja encarecidamente la multitarea: así dejas de escuchar una reunión con un oído mientras sigues escribiendo un correo electrónico. ¡Cada tarea merece toda tu atención! Para evitar caer en la tentación, intenta desactivar estas tentadoras notificaciones y acepta que no siempre responderás a la menor solicitud de tus compañeros.
Estas herramientas serán tus aliadas
Es un gran programa que requiere mucho trabajo. Afortunadamente, existen herramientas que te ayudarán a organizarte.
La matriz de Eisenhower para distinguir lo importante de lo urgente
La primera de ellas ayuda a distinguir lo urgente de lo importante, y a identificar las verdaderas prioridades: la matriz de Eisenhower. Esta matriz es una herramienta para priorizar y ordenar las tareas según su nivel de urgencia e importancia. Por tanto, se compone de cuatro categorías de tareas: las que son urgentes e importantes deben tratarse inmediatamente. Las tareas importantes pero no urgentes deben planificarse, porque si no hay que ocuparse de ellas inmediatamente, siguen siendo lo bastante decisivas como para no olvidarlas en un rincón. Las tareas urgentes pero no importantes deben delegarse. Por último, las tareas que no son ni urgentes ni importantes deben eliminarse de tu agenda, o al menos limitarse.
Prioriza y planifica utilizando la regla de las 3 tareas
Una vez hecha esta distinción, es hora de encajar todas estas misiones en tu agenda. Para ello, te recomendamos que sigas la regla de las tres tareas. Esto implica identificar tres tareas importantes y darles prioridad planificándolas primero y asignando todo el tiempo necesario para completarlas. El resto de las tareas menores se repartirán en torno a estas tres prioridades. Para visualizar mejor esta regla, imagina que tienes un jarrón en el que quieres meter tres piedras, algunos guijarros pequeños y un poco de arena. Si colocas primero la arena, luego los guijarros y por último las piedras, es muy probable que éstas no quepan en el jarrón. Por eso es mejor colocar primero las piedras y luego los guijarros, que se deslizarán por los huecos. Por último, la arena rellenará los últimos espacios vacíos. Ahora imagina que este jarrón es tu semana laboral, las piedras las tareas prioritarias, los guijarros y la arena las tareas menos importantes. ¿Ves a dónde queremos llegar?
Gestionar tu tiempo con el método timeboxing
La última herramienta para planificar perfectamente tu tiempo: el boxeo del tiempo. Aprovecha la Ley de Parkinson, que afirma que todo trabajo ocupa inevitablemente todo el tiempo que se le asigna. Si planeamos completar un proyecto en dos días, efectivamente tardará dos días, porque siempre hay margen de mejora. Y sin embargo, si decidimos completar este expediente en cinco horas, probablemente podremos hacer el mismo trabajo sin tener que ocuparnos de algunos puntos de detalle que no siempre son esenciales. Así que lo mejor es utilizar el método del timeboxing, que consiste en asignar una cantidad fija de tiempo a cada tarea y luego planificarla en tu agenda. Este horario, segmentado en “cajas”, permite visualizar rápidamente el programa de la semana, mejorando la eficacia y la visibilidad del tiempo dedicado a cada tarea. A continuación, es necesario disponer de una estimación objetiva del tiempo que se tardará en realizar cada una de las tareas previstas.
Ahora tienes todas las herramientas que necesitas para empezar a trabajar despacio . Rápido, rápido, ¡no hay un minuto que perder!